2 de abril de 2013

Capitulo 68 - Rayuela

Apenas él le tocaba el timbre, a ella se le desbordaba el corazón y atardecían en piedras, en salvajes látigos, en vendavales violentos. Cada vez que él intentaba visitarla, las palomas, se congregaban en un nido quejumbroso y tenía que protegerse de la tempestad, sintiendo cómo poco a poco las nubes se amontonaban, se iban robusteciendo, enfervorizando, hasta quedar oscuro como el cielo del Apocalipsis al que se le han dejado caer unas espectros de otro mundo. Y sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado ella se olvidaba los miedos, consintiendo en que él tomara suavemente su mano.
Apenas se veían, algo como un espíritu los atraía, los magnetizaba y apasionaba, de pronto era el ciclón, las calles enlodazadas de las ciudades, la vereda resbaladiza del norte, los truenos del ocaso en una hecatombe sobrenatural. ¡Tormenta! ¡Tormenta! Amantes en la plaza del pueblo, se sentía vociferar, viejecitos y niños. Temblaba el horizonte, se vencían las columnas, y todo se disipaba en un profundo silencio, en oleadas de suspendidas gasas, en quietudes casi milagrosas que los tranquilizaban hasta el siguiente encuentro.

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