28 de diciembre de 2011

Estoy tan bien o estoy tan mal sin vos.

¿Cómo estás? ¿Cómo andan tus dibujos? ¿Pudiste terminar a tu querido John Lennon? ¿Empezaste a pintar con las tizas? ¿Y tu guitarra? ¿Pudiste hacer las canciones que tanto querias? cuánto tiempo que paso, desde aquel día. ¿Tu habitación sigue igual? ¿Y esa almohada que me contaste.. sigue amoldandose a tu cabeza? ¿Homero, creció? No es que haya pasado tanto tiempo, tal vez algunas semanas y hasta casi algunos meses, pero puedo asegurar que 24 horas, son interminables. Por acá sigue todo igual, es de buen augurio que no haya calma en esta cabeza. Es sólo suerte que baje el tono de mi voz, o que mi almohada se sienta con el perfume de aquella vez. No hay una caricia después de aquella luna, no hay estrellas después del sol, ni tampoco un desamparo después de cada canción. A veces me detengo y me cuelgo de un hilo tan sólo para pensar, de vez en cuando estas en mis pensamientos. Es que no tenerte acá, me genera calma y el tiempo pasa lentamente. Estoy loca porque vuelvas, hace tanto que te fuiste.. por favor cuando puedas llámame, contame como están las cosas de aquel lado del abismo. Acordate de contarle, cuánto te enloquecen los besos en la oreja, contale que tus manos acarician de una forma única y logran estremecer. Contale como suenan las cuerdas de tu guitarra al compás del viento y la sensación que transmite el tono de tu voz junto a ella. Contale cómo lograste hacer única una canción y apartir de ese momento sólo tu imagen se puede venir a la cabeza, contale como lo hiciste con Wonderwall. Explicale la tonalidad de tus ojos y el porque de tus ronquidos a media noche. Explicale cómo el alma logra quedarse sin aire cada vez que tus besos recoren cada parte del cuerpo, cada centimetro, cada milimetro. Contale la historia de Pete Doherty y tu fascinación por John Frusciante, las canciones de Beatles y significados del arte. Contale tus cuentos, cantale tus canciones, susurrale la vida en una noche, alargala, hacela eterna.
Sólo el último favor te pido antes de dejarte, decile que te cuide mucho ¿me prometes que lo hará? te dejo en buenas manos, en las manos de la vida. Segui tus caminos, vivi tu mundo y soña con el cielo. Mientras tanto, yo estoy acá esperando volver a reencontrarte, en algún momento, en algún lugar.

21 de diciembre de 2011

Dejando el ayer

Algo parecía no acabar, esa búsqueda eterna del equilibrio, esa búsqueda de una tranquilidad inmediata a mi cabeza, a mi alma. Las cosas estaban claras. El sol brillaba y parecia nula la existencia de nubes que lo tapase, pero al llegar la noche sucedía lo predecible. Una histeria innecesaria, una pelota de recuerdos que no paraba de girar. Un par de uñas masticadas, un té de tilo, la piel arañada y Oasis sonando una vez más.
Al llegar la madrugada, el té enfrió, al igual que mi interior. Buscar un abrazo en ese momento era inevitable, y allá estabas, lejos. No te encontré, no pude verte entre tanta oscuridad. Te soñé a mi lado, despertando junto a mí. El nudo en mi garganta era grande (tan grande como este vacio), los ojos una vez más estaban mojados, hundidos entre tanta lágrima, entre tanto dolor. Pero ahí estabas, dentro de mis sueños, en mi memoria. Te imaginé sonriendo, me imaginé feliz por encontrarte ahí. Replicarte una vez más, no arruines esto, no lastimes la calma que habita en mí. Somos un abismo pero aún estando tan lejos podrías lastimarme, podrías herirme. Sin embargo, yo consigo acariciarte con guantes, cuidándote. Protegiéndote. Y ahí estás vos, parado al otro lado del abismo, reflejando lo que hoy es tu vida, una tranquilidad innata, una guitarra y tus pinturas, el paraíso que siempre quisiste vivir. Yo estoy acá, en un infierno constante, entre hojas abolladas con escrituras borrosas, escuchando Beatles para imponer calma y mi piel gritando cuanto te necesita. Así nos permitimos estar hoy, así desperté cada día después de tu partida. Abrazando una paz momentánea, entrecortada por los abismos, un sube y baja de emociones. Procurándote: No lastimes la calma.

Fuimos

Es la ley de la noche, extrañarte y pensar hasta donde podría aguantar, cuánto podría sentir. Ahí está el punto, ahí está el maldito punto al que quiero llegar. Superar limites, derribar alguna que otra frontera que no me deja ser, que no me deja salir de acá con algún capricho o destino en mente. De todas formas, de que me serviría caminar en busca de ello, si a mitad de cuadra volvería para atrás. Creo que me duelen los ojos de tanto mirar lo que había, de perderme en el camino, de ausentarme en esta realidad. Y así estoy hoy, perdida en una realidad difusa, mirándola de una forma que jamás creí que podría hacerlo. Pero así es, tarde o temprano, llegué. Tarde, como de costumbre... siempre tarde.
Me encuentro y revivo en los recuerdos que hoy me hacen ser quien soy, equivocada estaba cuando creía que eliminar el problema de raíz era la mejor solución, pero... se torna complicado cuando las raices estan tan aferradas a eso que algunos lo llaman corazón. Sobre todo si dejo de ser tuyo, para que ese corazón sea de alguien más.
Entre tanto moretón, entre tanta cicatriz, volví a encontrarte. Entre tanto vacío, entre tanta risa, volví a llorarte. La música muchas veces destapa agujeros que creíamos que ya estaban tapados hasta con cemento y es ahí donde aparece otra vez, let it be. Dejarte ser, la persona que alguna vez me lleno el alma.
Y así lo fue, siempre lo fue. Algo que despertaba en mí más de mil emociones juntas, insomnio noches llenas de eso, de sentir un 'algo' en la garganta, un maldito nudo después de cada pelea. Lágrimas de soledad y risas eternas. Algo efímero y algo real. Fuimos dos, fuimos uno hasta volver a convertirnos en dos personas completamente distintas, que lo único que compartían eran recuerdos de algún camino en donde se encontraron, donde se cruzaron y decidieron avanzar unos pasos juntos. Doblaste y yo misma decidí doblar, en dirección contraria a tu camino. Y acá estoy, caminando paralelamente al igual que vos, rozando algo que nos hizo llegar hasta acá. Rozando el todo, rozando la nada.
Debería retornar y ser la que algún día fui, volver a sentir algo que me haga sentir viva. Dejar de ser exactamente lo que soy hoy, algo que se mantiene sin un motor que encienda, sin aire para respirar, sin cielo para volar. Encontrarme en otros ojos y volver a sentir que estas ahí, no tener amores báratos que intenten tapar el agujero para que después un volcán estalle en mí sin sentido alguno. No detenerme en la nada, sin tomar un camino en donde sobrevivir.
Y es por eso que ahora entiendo, el orgullo de haberte sentido tanto. Haber tenido el amor tan cerca, sentirlo tan profundo y a flor de piel. Amarte, fue la solución para no caer en el pozo que yo misma decidí entrar. Me dejaste la enseñanza que vale más que todo, para no volver a vivir lo mismo, para recordarte en un día de lluvia o una noche repleta de estrellas. No olvidarte.
Que pasen los días, las noches, los años e infinitas eternidades y sigas acá, en el recuerdo.

Y que algún día.. nos encontremos al final del camino.