16 de agosto de 2011


Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiría ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería de ser muy fácil de entender. Todo lo que me enseñaron en los cursos de punk-rock que he ido siguiendo a lo largo de estos años, desde mi primer contacto con la, digamos, ética de la independencia y la vinculación con mi entorno ha resultado cierto. Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo Rock'n'Roll. Me siento increíblemente culpable. Por ejemplo, cuando se apagan las luces antes del concierto y se oyen los gritos del publico, a mi no me afectan tal como afectaban a Freddy Mercury, a quien parecía encantarle que el público le amase y adorase. Lo cual admiro y envidio muchísimo. De echo no puedo engañar, a ninguno de ustedes. Simplemente no seria justo ni para ustedes ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario. Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. (Y sigo intentándolo, créeme Señor, pero no es suficiente). Soy consciente de que yo, nosotros, hemos gustado a mucha gente. Debo ser uno de aquellos narcistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido.
Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño. En estas tres últimas giras he apreciado mucho más a toda la gente que he conocido personalmente que son fans nuestros, pero a pesar de ello no puedo superar la frustración, la culpa y la hipersensibilidad hacia la gente. Sólo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente. Tanto, que eso me hace sentir jodidamente triste. El típico Piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡Dios mío! ¿Por qué no puedo disfrutar? ¡No lo sé! Tengo una mujer divina, llena de ambición y comprensión, y una hija que me recuerda mucho a como había sido yo.

Llena de amor y alegría, confía en todo el mundo porque para ella todo el mundo es bueno y cree que no le harán daño. Eso me asusta tanto que casi me inmoviliza. No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo. Lo tengo todo, todo. Y lo aprecio, pero desde los siete años odio a la gente en general... Sólo porque a la gente le resulta fácil relacionarse y ser comprensiva. ¡Comprensiva! Sólo porque amo y me compadezco demasiado de la gente. Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por nuestras cartas y nuestro interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerda Courtney que es mejor quemarse que apagarse lentamente.

Paz, amor y comprensión.


Kurt cobain.

4 de agosto de 2011

Días te quiero comer

Los días soleados, sábados por la noche, domingos a la mañana tengo miedo a perderte. Días donde preferiría tenerte lejos de mi vida, no haberte conocido. Me sacas, me pones loca, me sube la histeria, los caprichos y la mala onda.

Esos días pienso en todo lo que hablás, en cómo y cuánto te quejás, en excusa para todo, en tu egocentrismo, en tus interminables ganas de hundirme, en vos que ya no sos vos; que ahora rompe y arregla con simples palabras. Pienso en tus esquemas irrompibles e incorrompibles, en tus pocas ganas de cambiarlo, en tus problemas y tus no-soluciones para mí.
Esos días quiero gritarte, pegarte, escupirte, decirte que sos insoportable, infumable, que no me toques, ni me llames, ni te acerques. Que me quiero olvidar.

Esos días me encierro en mi pieza, me siento en mi cama y me quedo horas mirando el techo, entre lagrimas y respiraciones agitadas, que enmarca la situacion culminante que pasa por mi cuerpo y por mi mente, sin contar el desborde de sangre que hay en mi corazón, esos días te escucho sin preocupacion y deseo gritarte que no me nombres nunca más.

Esos días planeo dejarte, esos días pretendo desgarrar mi otra mitad.
Me desprendo de vos, me abrazo a la almohada, a una cama que no es la tuya, me prendo a un peluche para aferrarme, me enredo en las sabanas.

Intento dormir, la culpa me quema el cerebro.

Pero también están esos otros días.

Días que me despierto con ganas de amarte como nunca, con las frazadas en el piso y mis piernas enroscadas en las tuyas. Esas mañanas que amanezco con tu mano explorando mi espalda, redibujando mi columna vertebral sobre la piel, recorriéndome desde la nuca hasta las piernas, escuchando tu respiración calmada y suave en mi oído izquierdo, tu boca que busca mi piel, tu lengua que me saborea y tus dientes que me mastican. Tu baba que me cae en la cara, logra despertarme y entender que no era sólo un sueño; Eras real.

Esos días que moviéndonos despacito te miro a los ojos y no necesito que digas nada, días en que tus gemidos, tus suspiros y tus temblores son el paraíso. 
Esos días te compro con palabras, te abrazo por la espalda y me pongo en puntitas de pie intentando darte un beso de pelicula, te cuento chistes, te hablo como una nenita que te enseña cómo volver a ser un nenito.

Esos días te muerdo los cachetes, te beso todo el cuerpo, te escribo cursilerías, te hago cosquillas y te canto mientras intentas dormir; esos días nos complementamos, pintamos sonrisas y me secas las lágrimas a besos.

Esos días me comés el corazón.
Esos días sabemos que “las cosas se tendrían que medir en intensidad porque no es lo mismo una hora durmiendo, que una hora con vos. No es lo mismo”.

Y ahi, es cuando creo en la eternidad; esos días tendrían que ser para siempre.