2 de mayo de 2012

No puedo ni aunque quiera, no puedo hacerte mal

Es cuando el sol se esconde entre los árboles, bajo la marea. El punto límite entre un infierno constante y una desolación que estremece. La noche se funde entre cuatro paredes, un té que enfría sobre la mesa, una película de imágenes que parecen no tener fin. El día estuvo mal, me encontré pensando en quitarme el peso de encima y quedarme dormida, poder hacerlo al fin. Dormida en mente, dormir mi piel, dormido mi corazón y dormirme el alma. En el umbral de mi habitación quedo el pantalón y la remera, plata en el bolsillo y tu foto dentro de el. Como todo, quedo tirado en algún hueco, olvidado en el tiempo.
Alguien a quien quise querer, alguien que no quise perder. Ahí estabas vos, otra noche más embriagándome de tus recuerdos, asfixiándome con tu aroma, pudriéndote dentro de mí. Me invitaste a dormir en tu pecho, frío como todo lo que te rodeaba, tan oscuro, tan vacío. Y aunque a tu corazón le de taquicardia y hasta deje de latir no ibas a quedarte una noche más. Y aunque dentro de tu corazón haya lugar, o me hayas guardado un espacio, no iba a quedarme un rato más. Tu respiración se agitaba de a poco -siempre llegábamos al mismo punto-, nuestra adrenalina aumentaba y todo volvía a morir.
No nos da gracia el amor cuándo llega a su punto máximo, a la bomba de tiempo, al reloj sin agujas. Esperamos ese abrazo de salvación, a la luz en nuestras almas. Duele de placer tu cicatriz en mi ¿sabes? siempre me gustaron los juegos sin trampas, de ingenio sin escapatorias. De correr de algún modo, sin encontrar salida. Pero nunca, me gusto correr por tu amor. Arrastrar mis ojos en el piso y ensuciarme las rodillas, por vos. Lastimar cada uno de mis sentidos y que de mis dedos, ya no quede más. (Sigo comiendome las uñas por las noches de lluvia, para no extrañarte tanto). Me cortaría un brazo antes de volver a escribirte, de dedicarte palabras que alguna vez, entraron por tus ojos para vomitarlos en un cuerpo sobre tu cama, sin ser el mio. Sobre la misma cama en la que una tarde de lluvia, me hiciste llorar. La mayoría de la gente, huye del conflicto cuando para mí, las cosas buenas surgen del conflicto. Mi alma encontró un equilibrio perdido y mi corazón, hoy no se cansa de latir. Los ojos ya no pesan y finalmente puedo decir, que mi almohada hace rato no esta echa agua, un océano en mi habitación. Ya no es tu guitarra la que suena en mis noches.
Y aunque tu corazón recircule, siga de paso o venga, pretenda volar con las manos, sueñe despierte o duerma. Sos alma de diamante.