El frío de la mañana se quedó en mis huesos, fue cómo volverte a sentir en el vacio de mi cama. El recuerdo eterno del brillo de tus ojos, de las palabras que murmuraste aquella madrugada. Matando así, cada parte de mi consciencia, cada porción de racionalidad.
Mi universo, la habitación en la que hoy decido estar. Convivir con tanta oscuridad y tanta sombra. No me recuerda siquiera una sonrisa de tu cara, apoderándome en tu recuerdo, en tu falta. Toda la casa hoy, se convierte en el escondite donde por fin, puedo esconderme de tu acechante instinto de querer incendiarme el alma -con tan poco.
Hoy, ese universo esta en llamas.
Cómo si el infierno en el que hoy es mi mundo, me envolviera la locura de necesitarte, la falta de extrañarte. Mi maldito trastorno bipolar de querer encontrarte, de querer olvidarte. Mi batalla todos los días, matarte en mi recuerdo.
Donde la voz, la mente, la música, la poesía y la calma existen. Cohexistiendo en el terremoto constante, salvando de todo esto, un poco de mi mente. Alguna verdad que por fin valga la pena pelear. Alguna verdad que sólo exista y nada más.
Acá no convive el amor, el calor ni el abrazo eterno. Sólo camas prestadas y besos de alquiler que de alguna forma pueden llenar el pozo que dejaste, el fin que marqué en mi historia cuándo tuve que dejarte, para poder encontrarme.
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