21 de diciembre de 2011

Dejando el ayer

Algo parecía no acabar, esa búsqueda eterna del equilibrio, esa búsqueda de una tranquilidad inmediata a mi cabeza, a mi alma. Las cosas estaban claras. El sol brillaba y parecia nula la existencia de nubes que lo tapase, pero al llegar la noche sucedía lo predecible. Una histeria innecesaria, una pelota de recuerdos que no paraba de girar. Un par de uñas masticadas, un té de tilo, la piel arañada y Oasis sonando una vez más.
Al llegar la madrugada, el té enfrió, al igual que mi interior. Buscar un abrazo en ese momento era inevitable, y allá estabas, lejos. No te encontré, no pude verte entre tanta oscuridad. Te soñé a mi lado, despertando junto a mí. El nudo en mi garganta era grande (tan grande como este vacio), los ojos una vez más estaban mojados, hundidos entre tanta lágrima, entre tanto dolor. Pero ahí estabas, dentro de mis sueños, en mi memoria. Te imaginé sonriendo, me imaginé feliz por encontrarte ahí. Replicarte una vez más, no arruines esto, no lastimes la calma que habita en mí. Somos un abismo pero aún estando tan lejos podrías lastimarme, podrías herirme. Sin embargo, yo consigo acariciarte con guantes, cuidándote. Protegiéndote. Y ahí estás vos, parado al otro lado del abismo, reflejando lo que hoy es tu vida, una tranquilidad innata, una guitarra y tus pinturas, el paraíso que siempre quisiste vivir. Yo estoy acá, en un infierno constante, entre hojas abolladas con escrituras borrosas, escuchando Beatles para imponer calma y mi piel gritando cuanto te necesita. Así nos permitimos estar hoy, así desperté cada día después de tu partida. Abrazando una paz momentánea, entrecortada por los abismos, un sube y baja de emociones. Procurándote: No lastimes la calma.

No hay comentarios: